NUESTRO PERIÓDICO DESDE SU FUNDACIÓN EL 13/06/2010 AL DÍA DE LA FECHA

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NACIMOS LIBRES, SOMOS LIBRES Y CONTINUAREMOS SIENDO LIBRES

viernes, 18 de febrero de 2011

Por: J. C. Cavero
Forum Filosófico.

SOBRE LOS MAESTROS Y SUS JUSTAS MANIFESTACIONES

La España de siglo XXI se ha convertido en unos reinos de taifas en los que se multiplican los virreinatos y las algaradas públicas. Cada taifa quiere marcar su propio territorio y el proceso de despersonalización, descentralización y –en definitiva- deshumanización, se va haciendo más patente. Ayer mismo se manifestaron unas doscientas personas en las puertas del ministerio de educación: maestros, profesores, compañeros sindicales y familiares de distintas edades, bajo la lluvia fuerte y fría del mes de febrero; calentados por el ánimo de las palabras y del sentirse con razón. Apenas sí se escuchaban los gritos y las canciones de protesta solicitando la congelación de las oposiciones por convertirse en una masacre, pero ellos siguieron allí –valientes ante la inclemencia- durante algo más de una hora. Llevan varios días comunicándose por facebook, compartiendo ansiedades, miedos y alegrías. Comentando lo que cada uno sabe sobre el tema de las oposiciones más frías de la educación desde que comenzó el argumento de la crisis para justificar el giro de tuerca sobre la masa media española. Aquella lluvia va camino de convertirse en hielo porque los sindicatos saben que al final el rodillo político se impondrá sobre las esperanzas de las personas humanas a las que se les llama interinos. El juego político de esta desvirtuada democracia es tal que por intereses justificables bajo el flexible marco de la legalidad se nos olvidan las personas, sus necesidades y sentimientos: dejan de ser fines en ellas mismas para convertirse en simples medios para otros fines, para otros intereses; aquellos que marcan los políticos de turno en sus taifas. 
Uno de los maestros se lamentaba de la siguiente manera: “Si no les importa que se presenten cien personas por una plaza, si no les importa que trabajemos bajo el miedo de no cobrar en verano, si no les importa que aceptemos los peores horarios y las clases más conflictivas, si no les importa nuestra estabilidad laboral y familiar, si no les importa que demos con nuestros huesos en las listas del paro y vivamos del subsidio, incluso aquellos que hemos aprobado sin plaza dos o más veces las oposiciones, ENTONCES: ¿QUÉ NOS CABE ESPERAR?”. 
Ciertamente; con esta crisis no hemos visto disminuir las dietas de los virreyes de la clase política, ni bajarse de sus lujosos y gratuitos coches para coger la bicicleta, el autobús o el metro, ni limitar el número de llamadas de los móviles o las millonarias subvenciones para los amiguetes. Los sotes que sin rechistar nos hemos apretado el cinturón somos los funcionarios públicos por la subida de impuestos y la disminución de los sueldos. Ciertamente no cabe augurar nada bueno para este colectivo de maestros interinos porque si el sentimiento de humanidad estuviese aún presente, me pregunto: ¿qué trabajo hubiese costado que cualquiera de los representantes del ministerio de educación en aquella fría y lluviosa tarde de manifestación se hubiese asomado a la puerta para decirle a los asistentes que marcharan tranquilos a sus casas que ya se había tomado nota de sus reivindicaciones? Sólo sería un gesto y nada más que eso, pero creo que es ya demasiado pedir pues el sentimiento de humanidad se ha perdido y la verdad es que lo lamento. Pienso en alguno que, con sonrisita de creerse por encima de los demás por vivir del cento, habría comentado en pequeño comité: ¡Si están ahí es porque quieren y que se fastidien! 
El resto de lo que acontecerá ya se está viendo venir. Pero señores: ¿Cómo se puede exigir calidad educativa si no se da primero la calidad humana: si se prefiere gastar el presupuesto en cientos de pizarras digitales y miles de ordenadores portátiles antes que contratar a profesores y maestros en sustituciones? Es de locos. Y es que -como ya sabemos- las lágrimas y los gritos de los más débiles siempre acaban diluyéndose bajo la lluvia.