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NACIMOS LIBRES, SOMOS LIBRES Y CONTINUAREMOS SIENDO LIBRES

miércoles, 12 de enero de 2011

POR: CARLOS MARTINEZ UPyD

Por qué tenemos ideas en vez de ideología
Una pregunta recurrente que nos hacen en los medios, en internet o en la calle: ¿y qué ideología tiene UPyD? La pregunta puede llevar retranca maliciosa –UPyD no tiene ideología porque es un partido oportunista- o genuina curiosidad. Al fin y al cabo se supone que un partido, para serlo, debe tener ideología. ¿Y qué se entiende por tal cosa? No es fácil decirlo. Desde que decayera la identificación de Gramsci entre “ideología” y perspectiva interesada opuesta a la percepción científica del mundo (la del marxismo, naturalmente), y desde que hizo crisis el desprecio a la ideología de moda en las ciencias sociales de los sesenta –sobre todo en el estructuralismo y sus derivaciones-, parece que se ha producido una rehabilitación de ese concepto en el sentido habitual en estos tiempos: la ideología es algo así como la identidad histórica de un partido. Una especie de GPS temporal que nos sitúa en los orígenes de tal partido y en su ubicación actual. Así, sabemos que el PSOE procede del movimiento obrero del XIX, de la Internacional Socialdemócrata, del Frente Popular, etc. Del PP, que es una amalgama de democratacristianos, liberales conservadores, conservadores a secas y otras especies afines, que procede de la derecha democrática que aceptó la transición a la democracia tras la muerte de Franco y, en algún caso aislado, antes. Y del PNV, la poco gloriosa historia de don Sabino Arana y sus delirios racista-bizkaitarras.
Ahora bien, ¿qué aclara todo esto? Porque es evidente que en el PSOE no queda nada de su pasado obrerista y frentepopulista, excepto alguna retórica guardada para días de fiesta como el mitin de Rodiezno. En el PNV tampoco queda mucho, aunque sí algo más que a mí ya me parece demasiado, del invento de Sabino Arana. Respecto al PP, ¿a quién le importa hoy, aparte de a los historiadores, los dimes y diretes entre los grupos que lo componen entre 1970 y 1989, cuando se funda? Y así con cualquier partido relevante que podamos revisar: la ideología que se honran en poseer apenas dice nada sobre sus posiciones políticas en los temas que importan, se trata de la política económica o la reforma constitucional. Quizás la excepción sea el PCE, porque sabiendo lo que piensan es fácil prever que apoyarán a sucios tiranos como los Castro o Chávez y cualquier disparate que invoque el anticapitalismo como excusa, pero este anacronismo es más bien de los que invitan a confirmar la regla.
Más aun, la ideología no sólo no dice gran cosa de un partido y de lo que podemos esperar de él, sino que muchas veces sirve para ocultar lo que hace. Repasemos por ejemplo la posición del PSOE y del gobierno de Zapatero ante las revueltas de Túnez y Argelia, provocadas por el hartazgo de la corrupción estatal y la crisis de subsistencia precipitada en esos países por el alza del precio de los alimentos. Y tengamos en cuenta que en Túnez gobierna un partido hermano del PSOE, miembro como éste de la Internacional Socialista. ¿Cuál había sido hasta ayer la posición política del PSOE en esta tragedia que ya ha costado 20 muertos sólo en Túnez, algo que haría saltar de indignación a la izquierda clásica de la que se reclama el partido de Zapatero?  Respuesta: el silencio. Y el silencio cómplice con el gobierno de Túnez, cabría decir comparando la posición de este partido –y de todos los de la Europa del Sur, denunciaba dignamente alguien tan poco sospechoso de animosidad como el diario El País-, y la de la propia UE, con la del gobierno de Estados Unidos, único que ha exigido al de Túnez que respete los Derechos Humanos en su gestión de la crisis.
Así pues, ¿de qué sirve decir que el PSOE es un partido de izquierdas progresista, solidario con las causas justas de pobres y trabajadores de todo el mundo? Viendo su reacción ante los sucesos de Túnez y Argelia –o de Marruecos y el Sáhara Occidental, o Cuba, o China, o Guinea Ecuatorial-, debemos decir que esa etiqueta ideológica no sirve para nada. Al revés, enmascara y oculta. Y aquí llegamos al meollo de la cuestión: ¿qué es a día de hoy una “ideología” de partido político tradicional?: un camuflaje que enmascara sus verdaderas posiciones políticas y las cubre de retórica sin compromiso real alguno con nada en concreto.
Pero la ideología a la antigua tiene todavía otro papel importante, a saber: sustituir la falta de ideas claras y distintas –incluso borrosas y sugerentes- por emociones y efusiones sentimentales impostadas. Eso que en algunos foros de internet ha hecho fortuna como “la lágrima socialdemócrata” (de cocodrilo) para el PSOE, y que para el PP ha sido “el patriotismo de hojalata”, sin duda merecido para un partido que gusta de envolverse en la bandera pero que en las CCAA donde gobierna no lo hace de un modo muy distinto a como lo haría un genuino nacionalista.
Por lo tanto, un partido político nuevo, como quería ser y es UPyD, no sólo no debe tener “ideología” en el sentido en que suele esgrimirse para clasificar un partido político, sino que debe renunciar a las consecuencias prácticas de empeñarse en tenerla: enmascarar sus posiciones políticas revistiéndolas de una retórica engañosa, y recurrir al sentimentalismo y las emociones para tapar la falta de ideas. Esa falta de ideas responsable de que los partidos se declaren, o se clasifiquen, como de “centro-izquierda” o “centro-derecha” para no comprometerse realmente con ninguna política que pueda espantar a parte de su electorado potencial o histórico. Un cuento espacial.
Así que a la pregunta habitual de “qué ideología tiene UPyD”, la respuesta debe ser: “gracias, pero no la necesitamos porque nosotros tenemos ideas y programa”. Nos pueden creer o no, pero quizás contribuyamos así a devolver la política al debate sobre ideas y compromisos prácticos derivadas de éstas, rescatándola de la imitación de La Noria, Gran Hermano y otras telebasuras a las que han ido empujándola con sus invocaciones hueras a ideologías de cartón piedra tanto los partidos políticos tradicionales como los medios de comunicación que tienen concertados para ningunear todo lo nuevo y alabar todo lo fracasado.